Según estimaciones que realizan distintas consultoras privadas, el año que viene la canasta de productos y servicios argentinos de exportación podría sumar cerca de 83.200 millones de dólares, mientras que las importaciones se ubicarían por debajo de los 74.000 millones de la misma moneda. Dicho de otro modo, la próxima gestión que tome las riendas del gobierno nacional debería poder exhibir una balanza comercial favorable, lo que no será poco en un contexto de escaso financiamiento externo. En ese sentido, los analistas anotan como positivo el impacto que tendrán, si se concretan, las inversiones en gasoductos que harán que, por un lado, el país reduzca las importaciones de combustibles, y al mismo tiempo, tenga capacidad para facturar cerca de 6500 millones de dólares por exportaciones de petróleo. También se destacan las ventas al exterior de litio proyectadas para el año que viene y, en este punto, remarcan la importancia del vínculo comercial con China ya que el 38% de las exportaciones de ese mineral estratégico que se extrae del territorio argentino se vende al gigante asiático, sin que esto signifique un obstáculo para que el país pueda expandir su oferta en un mundo que muestra una creciente demanda de un insumo que es una pieza clave en la fabricación de baterías que se emplean en vehículos eléctricos y en sistemas de almacenamiento de energías renovables.
Y hablar de mercados externos implica hablar también de las relaciones comerciales de nuestro país con Brasil. ¿Por qué el gigante sudamericano es importante para la Argentina? La respuesta es simple: porque es el país que más productos argentinos importa. Datos aportados por el sitio Chequeado.com indican que en el año 2011 Brasil compró 17.318 millones de dólares a nuestro país, esto es un 24% de las exportaciones argentinas. Triplicó ese año la cuota de mercado de los importadores chinos, que habían quedado segundos. En 2022, en tanto, nuestro vecino sudamericano importó desde nuestro país productos por 12,7 mil millones de dólares, casi un 60% más que China, según la fuente citada. «Pero en los últimos 30 años la Argentina registró un saldo positivo respecto de Brasil solo en 11 años. Es decir, que a Brasil, en general, le compramos más de lo que le vendemos», explica el sitio de verificación.
Es de esperar que se logre diseñar, y aplicar, una estrategia exportadora de largo plazo, que se sostenga en el tiempo. Dicho de otro modo, que sea una política de Estado. Un estudio elaborado por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento advertía, ya en 2019, que el país necesita exportar para crecer. Y recordaba, a la vez, que la Argentina lleva varias décadas en una trampa de crecimiento interrumpido. Según el sitio Argentina en Datos, en el año 2007 la cantidad de empresas argentinas exportadoras de bienes eran 14.444; pero 13 años después quedaron solo 9066. Significa que el país perdió en ese período el 37% de sus empresas exportadoras. Esto hizo que las exportaciones no logren superar a las importaciones y, por esto, el flujo neto de divisas casi siempre es insuficiente. El crecimiento se interrumpe cada vez que faltan dólares. Por otro lado, en forma periódica surge otro problema y es que cuando se logra sentar las bases para que la economía crezca, casi automáticamente aumentan las importaciones, que enseguida superan las ventas externas, lo que se traduce en un incremento de la presión sobre las reservas en divisas, lo que trae aparejado la devaluación de la moneda, en un círculo vicioso que es bien conocido por todos los argentinos. Por último y a modo de reflexión, vale rescatar lo que planteó la economista italo-norteamericana Mariana Mazzucato, cuando dijo que es necesario redefinir el rol del Estado en la economía y sostuvo que es una equivocación pensar que las instituciones públicas solo existen para corregir los errores del mercado. Para Mazzucato hay que pensarlas como un actor más, junto con el sector privado, a la hora de recrear la economía.