El debate sobre la conveniencia o no de permitir que los estudiantes utilicen los teléfonos inteligentes en las aulas comenzó cuando algunos docentes observaron que más que ayudar a la formación de los chicos, el celular funcionaba como un poderoso elemento de distracción en las horas de clase.
En la Argentina -donde muchos tienden a pensar que las cosas negativas solo ocurren por estas latitudes- el problema está presente, claro, pero no es muy diferente a lo que ocurre en otros países. En el estado norteamericano de Florida, por ejemplo, este año se aprobó una ley que establece que los distritos escolares públicos deben prohibir el uso de teléfonos celulares a los estudiantes, durante el horario de clase. En Francia, en tanto, las restricciones comenzaron en 2018, cuando el Ministerio de Educación de ese país puso en marcha la iniciativa «aulas libres de celulares», que se tradujo en la prohibición del uso de los mismos por parte de todos los alumnos menores de 15 años. «Estar abierto a las tecnologías del futuro no significa que debemos aceptar todos sus usos», dijo el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, al justificar la medida. En Finlandia, país que ostenta los mejores índices en materia educativa, la Agencia Nacional de Educación autorizó el uso de celulares en el aula únicamente para actividades pedagógicas, aunque dejó en manos de cada docente la última palabra para cada caso en particular. También en Suecia e Italia se abrió el debate sobre el asunto. Y en Países Bajos se anunció que la prohibición del uso de teléfonos móviles en las escuelas comenzará a regir el 1 de enero próximo.
En todos los casos se señala que estas medidas tienen como objetivo evitar la distracción de los alumnos cuando el maestro está explicando su materia y, al mismo tiempo, mejorar el rendimiento escolar. Es que, en general, las últimas pruebas de evaluación en los países mencionados arrojaron como resultado una caída en los niveles de comprensión de textos y en las habilidades relacionadas con la lectoescritura.
También tomó cartas en el asunto la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Según esta agencia de la ONU, los beneficios que podrían aportar estos dispositivos electrónicos en las aulas desaparecen cuando se utilizan en exceso o sin la orientación de un docente. «La revolución digital encierra un potencial inconmensurable, pero, al igual que se ha advertido sobre cómo debe regularse en la sociedad, debe prestarse una atención similar a la forma en que se utiliza en la educación», señala la organización en un informe, en el que se sostiene, además, que el uso de los teléfonos móviles «debe ser para mejorar las experiencias de aprendizaje y para el bienestar de estudiantes y profesores, no en su detrimento».
Hay que decir también, que quienes consideran que el celular es una herramienta útil en la escuela observan que los docentes no deben tener miedo a incentivar el uso de teléfonos móviles, ya que priorizan la atracción que sienten los estudiantes por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación y, si se fijan límites razonables para su empleo en la clase, los alumnos podrían incluso realizar trabajos interesantes. Hay docentes que van más allá y proponen una serie de temas por debatir y analizar en el aula en relación con estos dispositivos electrónicos, como por ejemplo promover una mirada crítica respecto a las abreviaturas que se emplean en los mensajes de texto en lo que parece representar una nueva forma de escribir de los más jóvenes.
El debate sobre el modelo pedagógico a utilizar sigue abierto. Lo mejor que puede pasar es que se escuchen ideas y propuestas de docentes, padres y de los propios estudiantes para hacer que la irrupción de estos dispositivos electrónicos en la vida cotidiana no sea un obstáculo, sino una herramienta para formar mejores ciudadanos.