En épocas de crisis económica, los clubes de barrio relucen como uno de los principales espacios de contención. Lugares donde se practica deporte y actividades culturales, pero también espacios de encuentro, de amistad, de trabajo y de desarrollo personal.
Para Esteban Ortega, presidente de la Red de Clubes Rosario y del club San Martín, actualmente “los clubes de barrio están muy bien” y con “mucha gente que participando”, pero el panorama económico también golpea fuerte y resulta adverso: “Como siempre, los clubes hacen malabares para llegar a fin de mes. Los costos están muy altos, y tratamos de que la cuota no sea tan cara para que las familias puedan seguir participando”.
Además, en ese sentido, pensar en inversión en infraestructura se transforma en una tarea titánica: “Hoy es imposible juntar una moneda para hacer obras. Para eso hay que recurrir a subsidios, pero los fondos públicos están muy limitados. Algunas líneas provinciales nuevas están apareciendo, pero acceder a ellas requiere una organización formal y tener los papeles al día”.
Ese mismo panorama afecta, por supuesto, a los socios y los vecinos que se acercan a las instituciones, y allí se subraya esta idea idea central del club como un espacio de comunidad. “Siempre decimos que el club no es solo el lugar adonde voy a practicar un deporte, sino también donde participo de un montón de dinámicas sociales, culturales y laborales”, subrayó Ortega en diálogo con Conclusión.
Esa función social cobra aún más relevancia frente a la realidad que viven muchos jóvenes. “Está esa frase conocida de que un pibe adentro del club es un pibe menos en la calle, y está bien, pero también hay que pensar qué hacemos con ese pibe cuando ya está adentro. Hoy los chicos de 19 o 20 años buscan trabajo, y en los clubes encuentran oportunidades, contactos o incluso changas”, sostuvo.
Además, agregó que los clubes se transforman en espacios donde muchos retoman los estudios o se acercan nuevamente a la educación a través del deporte.
Consultado por los precios de las piletas de cara a la temporada de verano, Ortega señaló que “los costos de mantenimiento son muy altos y eso repercute en las cuotas”. Las cifras varían ampliamente: “Hay clubes que arrancan la temporada en 150 o 200 mil pesos, los más accesibles. Otros están en 250 o 350 mil, y algunos llegan a los 500 mil”.
Sin embargo, esas cuotas no siempre alcanzan para cubrir los servicios básicos. “Se hacen malabares con la luz y el gas. Muchos dirigentes nos dicen: ‘Arrancamos en 190 mil, pero veremos el mes que viene qué hacemos’. Todo depende de cómo se muevan los precios”, añadió.
El aumento de costos también está reduciendo la cantidad de familias que acceden a la pileta. “Hay menos gente que puede pagar la temporada y prefiere ir al río o quedarse en casa con la Pelopincho”, reconoció.
La Red de Clubes Rosario nuclea hoy a unas 50 instituciones, entre activas y adherentes. “Algunos están completamente regularizados, otros en proceso de normalización, y también hay grupos de vecinos que recién se están organizando. Tenemos clubes chicos, medianos y alguno grande también”, contó Ortega.
Pese a las dificultades, el espíritu de los clubes se mantiene firme. “El club es el corazón del barrio —concluyó el referente de la red—. Es donde la gente se encuentra, se ayuda y se organiza. Mientras exista esa energía comunitaria, los clubes van a seguir de pie.

