Se cumplen en la fecha 202 años del día en el que el gobernador brigadier Estanislao López no tuvo más remedio que estampar su firma en un documento que declaraba a la Capilla del Santísimo Rosario del Curato del Pago de los Arroyos como “Ilustre y Fiel Villa”, dando respuesta a un insistente pedido, largamente postergado.
En realidad, la nota del 21 de septiembre de 1823, que llevaba la firma de los habitantes más notables de nuestro terruño, estuvo encabezada por el párroco Pascual Silva Fraga, un presbítero que no sólo evangelizaba sino que estaba profundamente comprometido, al igual que Julián Navarro, a quien le cupo el honor de bendecir la primera Bandera, con los ideales de la libertad y la independencia.
Tanto fue así, que este clérigo, nacido en 1777 (Belgrano apenas tenía 7 años de edad en ese momento), fue uno de los que recibió la invitación para ser parte del Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810.
El rescate de las Actas Capitulares de la Imprenta del Estado, de 1836, lo define en estos términos:
«El Exmo. Cabildo convoca á Vd. para que se sirva asistir precisamente mañana, 22 del corriente á las 9, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al Cabildo abierto, que con avenencia del Exmo. Señor Virey ha acordado celebrar, debiendo manifestar esta esquela a las tropas que guarnescan las avenidas de esta plaza, para que se le permita pasar libremente».
Y a continuación, el nombre de un santafesino que mucho tuvo que ver en la declaración de Villa Ilustre y Fiel en 1823.
Silva Fraga tenía apenas 23 años cuando se doctoró en la Universidad de Córdoba. Siete años después, en 1807, fue ordenado sacerdote y tuvo a su cargo, nada menos, que la cátedra de latin.
La efervescencia política, bullía en su sangre y rápidamente se destacó por su posición revolucionaria y patriótica.
Su voto en el Cabildo Abierto fue uno de los que se sumaron para separar al Virrey Cisneros e instalar la Primera Junta de Gobierno.
A tres años de la Revolución de Mayo se lo designó capellán del Regimiento de Artillería de la Patria y el 9 de abril de 1816, tres meses exactos antes de la Declaración de nuestra independencia en Tucumán, fue confirmado como titular del curato rosarino.
Fuertemente comprometido con su grey, supo defender a ultranza los intereses de desarrollo y progreso de la aldea, convirtiendo su ministerio sacerdotal en un fuerte bastión para sostenido apoyo del pueblo.
Así fue como en una histórica reunión popular ocurrida en septiembre de 1823, la aldea en pleno lo comisionó ante la Legislatura provincial para intentar que Rosario fuera reconocida como Ciudad.
Y esto, vale reconocerlo, lo convirtió en el primer representante electo por votación del pueblo de Rosario.
¿Quiénes rubricaron junto a él el documento que se atesora en el Museo Histórico «Dr. Julio Marc»? Pues, el comandante Vicente Basualdo, y el entonces Alcalde de la Santa Hermandad, Santiago Correa.
También estamparon sus rúbricas los vecinos Basualdo, Vidal, Pérez, Crespo, de Ibarlucea, de Fuentes, Romero, Bayo, Zamora, entre otros.
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Pero como «no sólo de pan vive el hombre», fue él quien logró que se reconociera como Patrona a Nuestra Señora del Rosario, cuya imagen se veneraba en la humilde capilla que dio origen al poblado.
Fue también, uno de los maestros que, en la escuelita aledaña a la parroquia, enseñó a leer y a escribir, para que todos pudieran conocer y encontrar asistencia espiritual en la Palabra de Dios.
En nuestra portada, la magnífica alegoría dibujada por el inefable arquitecto Oscar Mongsfeld.

