Su vida es realmente de película. Touba Niang nació en Senegal y llegó a la Argentina en 2016, luego de una dura travesía. Aunque el primer tiempo no la tuvo fácil, se enamoró del país. Y luego de comenzar como mantero en Quilmes, vendiendo anteojos, se convirtió en una figura del boxeo, a quien hoy se podrá ver pelear en el Casino de Buenos Aires.
Con 24 años y 33 hermanos, el nacido en Watef, un pequeño pueblo a poco más de 100 kilometros de Dakar, se animó hace una década a cruzar el Atlántico, en una aventura que le llevó meses. Y en la previa al combate a seis rounds de esta noche frente al rosarino Sergio Donaire (TyC Sports transmitirá desde las 22), se mostró muy ilusionado.
“Hay mucha gente que siempre está ahí, me sigue, me apoya, me desea el bien y quiere que llegue a lo más alto, y eso me motiva. Tengo muchas ganas de triunfar y de cambiar mi vida y la de los míos. Ese es mi objetivo. Vengo de abajo, sé que cuesta, pero no es imposible”, dijo.

Niang boxea desde hace cuatro años, debutó como profesional hace apenas 10 meses, y reparte su tiempo entre el deporte y la venta de indumentaria. Luego de regularizar su situación migratoria pudo consolidar su proyecto comercial de venta de indumentaria, y ahora Anti Dólar tiene un local en la Galería Colón de Quilmes.
Touba Niang y su experiencia como mantero en Quilmes
Luego de casi una década en Argentina, valoró que “acá encontré a personas muy buenas, que me ayudaron muchísimo, me dieron una mano para todo. Hasta el último día de mi vida voy a estar agradecido. Me siento como en mi país”.

La Mamba Negra (apodo que eligió por una serpiente africana extremadamente venenosa) es uno de los miles de migrantes senegaleses que se afincaron en el país especialmente en los últimos 20 años.
En su caso explicó que lo que lo motivó a salir de Senegal fue que “quería una vida diferente y allá no había futuro. Un vecino, que había venido a Argentina en 2001, fue de visita a Senegal en 2015 y cuando llegó, vi que había progresado. Entonces le dije a mi padre: ´Vas a tener que vender un par de animales y pagar a los coyotes (NdeR: las organizaciones que trasladan irregularmente a migrantes) para que yo pueda irme de acá´”.
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Y agregó: “Al principio, me dijo que yo era muy chico y que tenía que esperar unos años más. Yo me enojé y dejé de ir a la escuela porque ya había tomado la decisión de cambiar mi vida. Al final me entendió, habló con los coyotes e hizo todo. Gracias a Dios salió bien, porque algunos pagan y pierden su plata. O viajan y los devuelven a Senegal”.
La travesía duró tres meses, con varias escalas intermedias (entre ellas, en Madrid y en Quito), recorridos en avión, barco y ómnibus, e incluso con largos trayectos a pie. Niang llegó a Buenos Aires cuando tenía solo 15 años: “Yo estaba ansioso, quería salir y conocer las calles, pero no paraba de llover. Al otro día, una persona que llevaba tiempo acá me acompañó a Once y compramos cosas para vender”.
Así surgió su primer trabajo en Argentina: “Con 1.000 pesos, compré lentes. Y empecé a vender en la peatonal de Quilmes. Esta persona me anotó los precios, yo solo sabía decir ‘hola’ y los precios de los lentes”.
La discriminación inicial que sufrió el senegalés
La adaptación no fue sencilla. Debió soportar situaciones de hostigamiento policial por su labor como vendedor callejero (“varias veces me secuestraron mercadería y me llevaron preso un par de días”, cuenta) y experimentó situaciones de discriminación, aunque remarca que eso nunca lo afectó: “No me molesta que me digan ‘negro’. Soy negro y estoy orgulloso de serlo”.

En cuanto al boxeo, su acercamiento al deporte fue en 2021: “En Senegal nunca lo había practicado. Sólo un poco de lucha libre. Pero cuando pude acomodarme un poco acá y empezar a pagar el alquiler, a comer y que me sobraran unos pesos, fui a probar y enseguida me enamoré. Dije: “Esto es lo mío”. Y no paré nunca”.
Sus primeros golpes los tiró en el club El Porvenir de Quilmes, de la mano de Javier Segovia, su primer técnico. “Siempre le estaré muy agradecido por su tiempo y su paciencia. Él fue muy amable conmigo. Al final, ya no era solo un profesor, era mi familia”, aseguró. Y hace dos meses que trabaja en el gimnasio Horizonte de Claypole, donde es entrenado por Daniel Salguero.
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El 23 de noviembre pasado, Bamba debutó como profesional con una victoria por nocaut en el primer asalto sobre el paraguayo Héctor Torres, en el Polideportivo Vecinal de San Francisco Solano. A ese triunfo le siguieron otros seis (cuatro por la vía rápida).
Los últimos cuatro fueron en el estadio de la FAB, con un respaldo de público creciente, un acompañamiento sonoro de instrumentos de percusión en cada caminata hacia el ring y un estilo de combate frontal y muy vistoso.
Sus sueños con el boxeo
“A veces hay algo de ansiedad, pero a mí me gusta ese estilo. En cada pelea trato de no dejar dudas porque cuando se define por puntos, (la victoria) puede ser para cualquiera de los dos. Por eso trato de no llegar a eso”, explicó quien en su última presentación, hace un mes, despachó en solo 53 segundos al experimentado chaqueño Gonzalo Chaparro.

A corto plazo, Niang se propone cerrar el año con 10 contiendas en su currículum (la del sábado será la octava) y proyecta combatir en el exterior el año próximo, aunque, en principio, su idea es construir una carrera en el país.
También se ilusiona con ganar los títulos argentino y sudamericano de la categoría wélter, aunque para ello tendría que adoptar la nacionalidad. “Lo estoy pensando porque me encantaría, antes de ser campeón del mundo, ser campeón argentino y sudamericano. Además, Argentina es mi segundo país. Adonde me toque pelear, voy a representar a Senegal y a Argentina”, afirmó.