En Rosario hay unos 800 cartoneros, de acuerdo a números oficiales. Aunque según estimaciones de organizaciones sociales, el número asciende a cerca de 3000. Desde la Secretaría de Desarrollo Humano y Hábitat contabilizaron exactamente 819 en septiembre de 2024. La cifra creció notablemente durante la pandemia cuando muchas personas perdieron sus “changas” y no les quedó otra alternativa que subsistir con lo que gran parte de la sociedad descarta. Porque como dice el dicho lo que para algunos es basura, para otros, oro.
El kilo de cartón se vende a 60 pesos, en un buen día un reciclador puede juntar unos veinte kilos. Es decir, $1.200 diarios. Pero la situación es aun más compleja porque cada vez se vende menos, ya que el material se comenzó a importar a un menor precio.
Previamente, la actividad tuvo una abrumadora explosión después de la debacle económica de 2001, cuando, tal como ocurrió con la cuarentena por el covid-19, gran cantidad de personas perdieron sus puestos de trabajo. Es lo que le sucedió a Mónica Crespo, quien tras aquella crisis, junto a su marido Carlos Mieres, decidieron salir con un carro y un caballo a “cirujear”, cuenta, como única manera de “llevar comida a la mesa”.
De hecho el cambio en su vida fue rotundo. Mónica había trabajado durante veinte años en empleos formales, sus padres eran municipales, y, aunque no les sobraba nada, vivían en un barrio de clase media sin carencias. Luego de perder su trabajo en un comercio conoció a Mieres y no dudó en irse a vivir con él a la villa. El carro y el caballo, con el correr del tiempo no daba para más, reconoce Crespo, porque “Rosario creció y ya era un estorbo”. Pero “querían evitar la tracción a sangre, y nadie daba una solución”. Después, indefectiblemente, vino la tracción a sangre humana.
Unos veinte años después, Mónica Crespo es la referente de la Cooperativa de Cartoneros Rosario, que forma parte de la Federación de Cartoneros, Carreros y Recicladores y del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Esos relegados del sistema, con el tiempo se organizaron para no terminar de caerse del mismo; como dice Crespo, para que los excluidos empiecen a ser incluidos.
Ahora, 450 personas pertenecen a la cooperativa, con la cual realizan recorridos por los barrios para buscar cartones casa por casa, y tras muchos años de pedidos, lograron que el Municipio les ceda un galpón para depositar el material. Además, ofrecen talleres de oficios como el de herrería y de formación en promoción ambiental. Con estas herramientas, los propios recicladores, provenientes de distintos barrios populares, comenzaron a realizar visitas a escuelas, clubes, y hasta facultades. “Sí, cartoneros que dan charlas en universidades”, enfatiza Mónica.
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Es que la tarea del reciclador urbano representa un aporte invaluable para el medio ambiente. Este proceso evita la tala de árboles, la contaminación y disminuye el entierro de basura, lo que además representa un menor gasto económico. “Somos un eslabón en esta cadena del cuidado del planeta”, remarca Mónica, y pide algo que ya se convirtió en una bandera del colectivo: “Apostemos por el reciclado con inclusión social”.
Como si todo esto fuese poco, la cooperativa cuenta con un comedor con el que alimenta a las familias de barrio Industrial, zona noroeste de Rosario, tres veces por semana. Durante la pandemia comenzaron a entregar comida a los vecinos, en esas recorridas, Carlos Mieres se contagió de covid y falleció. A partir de ahí todo recayó sobre Mónica, lo que le valió el cariñoso mote de “Madre de los Negros”, aunque aclara que solo ella los puede llamar así.
Con la bendición de Francisco
Mónica sintió que tocaba el cielo con las manos cuando pudo conocer al papa Francisco, quien les dio su bendición a todos los recicladores urbanos. De juntar cartones de la basura a llegar a lo más alto.
La referente cartonera participó del III Encuentro Mundial de Movimientos Populares en Roma, Italia, como parte de la delegación de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Allí compartió un encuentro con Francisco.
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“El llegar al Papa me confirmó que no estaba equivocada en el tema del reciclado”, reitera. Y reveló las palabras del Sumo Pontífice hacia los presentes en el encuentro: “Francisco nos dijo que éramos artesanos de la vida porque supimos construir nuestro propio trabajo”.
Para no caerse
La actividad del reciclador es producto de una situación económica y social angustiante en el país. Un panorama que se traduce en una mayor cantidad de personas desempleadas, y niños y jóvenes desesperanzados. “El click es la política”, explica Crespo sobre el momento en que una persona decide salir a juntar cartones. “El que se queda sin trabajo y no consigue, se las tiene que ingeniar”, repite, porque “no queremos estar fuera de la sociedad”.
En relación a esto, la dirigente describe un escenario complejo en los barrios populares: “Tuvimos que enseñarle a leer y escribir a compañeros, hay niños que no conocen el Monumento. Es una realidad que quieren tapar. Tiene que haber un centro de salud que funcione, que haya agua, luz, que se respeten los derechos, como los de los ancianos”.
“Yo siempre dijo que nadie se salva solo. Tenemos que hacer un trabajo enorme para que ese pibe no esté mangueando en una esquina o esperando que les den comida como hacen los héroes de Malvinas. Ese pibe cómo sale. ¿Y querés que esté bien?”, agrega.
Y cierra: “No queremos estar fuera de la sociedad. Solamente queremos ser reconocidos como trabajadores”. Porque el trabajo es la llave.