Close Menu
    Facebook Instagram YouTube WhatsApp Twitch
    jueves, septiembre 25
    Facebook Instagram WhatsApp YouTube Twitch
    TODO NEA | Noticias y ActualidadTODO NEA | Noticias y Actualidad
    • Resumen
    • Editorial
    • NEA
    • Nacionales
    • Generales
    TODO NEA | Noticias y ActualidadTODO NEA | Noticias y Actualidad
    Generales

    Rosario sin Secretos: un Cayetano que ya no silba, pero todavía suena, ¡y cómo!

    agosto 9, 2025
    Share Facebook Twitter Reddit Telegram Email WhatsApp
    Share
    Facebook Twitter Email Telegram WhatsApp

     
    Bien dicen que sólo muere lo que se olvida. Un silbido nacido de los labios de alguien engendrado en el Uruguay, 157 años atrás, en el vientre liberto de la hija de esclavos africanos, se ganó un sitial de honor en la eternidad.
    El mulato Cayetano era hijo natural de Natalia, a quien la familia Silva a la que servía como criada en San Carlos, Maldonado -tras la abolición de la esclavitud en 1852, en la Banda Oriental que lideraba el caudillo de la Liga de los Pueblos Libres, Gervasio Artigas-, le había dado su apellido.
    Cayetano deambuló por varios lugares buscando su destino, signado por su talento musical y una deleznable actitud racista de muchos de sus contemporáneos.
    León Benarós nos contaba que en, 1888, con apenas 20 años, Silva ya habiendo aprendido a la perfección a ejecutar pistón, corno y violín, y dominando el solfeo, marchó a Río Grande do Sul, en Brasil, para incorporarse a la Banda del Sampaio, buque de la Armada Brasileña, y Rubén Ruiz asegura que luego Cayetano Silva se sumó a una compañía lírica con la que viajó a España, Italia y Francia.
    Volvió a Buenos Aires y tras desempeñarse un tiempo como músico en el teatro Colón, fue maestro de bandas en distintos regimientos militares. Pero su espíritu de golondrina lo llevó con la música a otra parte y recaló en San Juan, donde se hizo cargo de la Orquesta del Centenario en 1910, provincia de la que sus autoridades aseguran que la marcha se ejecutó allí completa, con letra y música, por primera vez.

    En Mendoza creó la Banda del Cuerpo de Bomberos y también lo tuvo entre sus integrantes la formación musical de “El 7 Bravo”, el regimiento 7º de Infantería creado con negros libertos en 1813 que participó de la Primera Campaña al Alto Perú, disuelto por las bajas producidas y refundado en 1816 por el teniente coronel Pedro Conde que acompañó a San Martín en el Cruce de los Andes.
    Al llegar a Rosario, el amor lo atrapó, y se casó con Filomena Santanelli, con quien tuvo ocho hijos. Esposa de un músico trashumante, difícil ha de haber sido esa crianza de sucesivas mudanzas y algunas estadías en soledad.
    Cuando en 1898 lo contrata la Sociedad Italiana de Venado Tuerto, hacia allá va, y se instala en algunas habitaciones de la casa ubicada en Maipú 966, que recientemente fue declarada de interés público, histórico y cultural, tras un largo litigio que incluyó una expropiación de la sede de la Casa Histórica, Museo Regional, Archivo Histórico y asiento de la Banda Municipal “Cayetano Silva”.
    Esta propiedad, alguna vez la Quesería de Palumbo, fue el lugar que, durante años recibió a la niñita Carmen Gladys Urquiza, hoy vecina “arrosarinada” de lúcidos 100 años, cuando iba alegre y gustosamente por encargo de su mamá Amelia a buscar el queso «reggianito» para rallar sobre los tallarines de los domingos. Así era como ella esperaba junto a sus hermanas, el regreso del campo de su padre Carmelo, nacido en San Luis, y quien había llegado a tierra venadense con su progenitor, a caballo, teniendo sólo 14 años, felices porque en el lugar “había abundante agua para los campos”.

    Te puede interesar:

    Rosario Sin Secretos: crónica de un sueño cumplido, de la “madre de la criatura”

    Cayetano Silva no sólo tuvo una vida de trashumante, sino hasta sus propios restos, tras la muerte ocurrida en Rosario a la temprana edad de 51 años, marcaron su signo errante. A tal punto que, con un llamativo don de ubicuidad, historiadores e investigadores señalaban, a un mismo tiempo, tres tumbas diferentes como su última morada.
    Mientras la antropóloga Hilda Capitano escribió sobre la fosa común perdida en el cementerio La Piedad, una placa en El Salvador aseveraba que estaba sepultado allí. Nos queda pendiente averiguar desde dónde fue trasladado en 1997, para llegar finalmente al cementerio de Venado Tuerto, ciudad a la que se había mudado con su familia y en la que vivió entre 1898 y 1901, tras fundar un centro lírico, enseñar música y escribir La Rondalla con la que se luce en los Carnavales del 1900.
    Fue en Venado Tuerto donde los venadenses defienden, a capa y espada, que Silva escribió la marcha. Pero también hay quienes afirman que lo hizo en Rosario, a su regreso, cuando empezó su calvario tratando de conseguir que lo nombraran director de la Banda de Policía, fuerza de la que participó y en cuya agrupación musical tocó, y por la que solían llamarlo “capitán”. No sólo nunca le dieron el puesto para el que estaba altamente calificado, sino que le negaron sepultura en el panteón social por su condición de negro.
    Buscando sumar algo a su magro sueldo de servidor público y para poder mantener dignamente a su numerosa familia, Silva participaba en distintas bandas y orquestas de la zona, como por ejemplo, la “Bella Italia” del maestro Lorenzo Vidigh en Elortondo.
    Esta comuna se sumó recientemente a la disputa territorial acerca de la “Cuna” de la marcha más famosa y pegadiza de los argentinos. La nueva versión, nacida a unos 50 kilómetros de Venado Tuerto, defiende la autoría del bohemio bandoneonista Oscar Botto, en la época en la que Cayetano iba a actuar al «Boliche de Doña Elvira», donde se conocieron.

    Silva, aseguran los elortondenses, ya era director de la Banda de Venado Tuerto, cuando escuchó a Botto ejecutar en su fuelle los primeros acordes de la música que trascendería todas las fronteras y decidió comprársela. Incluso, dicen, el mismo Vidigh se ofreció a transcribírsela en si bemol, para adaptarla a la orquesta.
    Siempre estamos refiriéndonos a la música, que algunos sostienen se iba a llamar originalmente “San Martín”, porque la letra llegaría siete años más tarde, de la pluma del maestro, calígrafo y campeón de billar mendocino, Carlos Javier Benielli, con datos que le agregan jugosos mistos -¡gracias Rayo Misterioso!- a esta historia. ¿Por qué? Porque hay fuentes que dicen que no se conocían, otras que eran amigos, algunas que eran vecinos y también las que afirman que Silva le pidió a Benielli que en su texto remarcara la existencia del correntino de origen afroindígena Juan Bautista Cabral, ese soldado heroico que, “cubriéndose de gloria, cual precio a la victoria su vida rinde, haciéndose inmortal”. Y que el talento del genial artista Ramiro Ghigliazza retratara con emotiva creatividad.

    Benielli, que reposa en el camposanto de los franciscanos del convento de San Lorenzo, bien cerquita de Rosario y donde se libró el decisivo combate para conseguir la independencia, también murió joven, a los 54 años. Era un mendocino que dedicó su vida a la docencia.
    Siendo profesor de Castellano se trasladó a Buenos Aires y se casó con una coterránea, Elina de los Ángeles González, conocida cariñosamente como “Cuca”, con quien tuvo cinco hijos: Clemencia, Elina, Isaura, Carlos Javier e Iris Alba, todos educadores como su padre.
    La mayoría de las fuentes aseveran, sin embargo, que la música fue compuesta por Silva en homenaje al creador -justo en 1901, año de inspiración de la tan famosa obra-, del Servicio Militar Obligatorio, y la había sido intitulada “Al Teniente General Pablo Riccheri”.
    Sí, uno de los pioneros del cordón industrial del Gran Rosario, el mismo que actuó como ministro de Guerra del general Julio Argentino Roca organizando el Ejército, refundando el Regimiento de Granaderos a Caballo creado por el general San Martín, para que funcione como escolta de la Presidencia de la Nación, y que, junto a Francisco Josué Pascasio Moreno, más conocido como “el Perito”, aquel que decía que “un niño con barriga vacía, no puede aprender a escribir la palabra pan” y creó comedores escolares, instalara en 1912, la “siempre lista” Asociación de Boys Scouts Argentinos, con el ideario altruísta del lord británico Robert Baden Powell.
    Cuenta la historia que, en un gesto de pudor, Riccheri -de quien hoy quiso la Providencia se cumplieran 167 años de su nacimiento-, le pidió a Silva que le cambiara el nombre y lo sustituyera por el de su tierra natal.
    Así quedó entonces “La Marcha a San Lorenzo”, que no fue creada para recordar aquel combate del 3 de Febrero de 1813 en la vecina localidad, fecha que tampoco le dio nombre a la calle que está en Rosario entre las de Mendoza y 9 de Julio, porque esa nomenclatura fue otorgada por la Batalla de Caseros, enfrentamiento entre las fuerzas del gobernador del “estado” de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas y, el de la Confederación Argentina, el entrerriano Justo José de Urquiza, en 1852.
    Ese fue el año en el que, a pesar de no tener los 10.000 habitantes que se requieren para ello (éramos apenas unos 3.000), Rosario fue declarada ciudad -a seis meses de lo ocurrido en Caseros-, circunstancia que no hubiera sido posible sin la tenaz insistencia del jefe político de la Ilustre y Fiel Villa de entonces, Nicasio Victorino Oroño, que también participó en esa batalla, junto a entusiastas pioneros que forjaron la idea, y de quien el mes pasado se cumplieron 200 años de su nacimiento y poco o nada se lo recordó en la ciudad que tanto le debe.

    Te puede interesar:

    Rosario Sin Secretos: pororó, pororó, por Oroño, a 200 años del nacimiento de un gran amigo

    La Junta de Representantes de la provincia, algo así como la actual legislatura, comunicó al gobernador Domingo Crespo el otorgamiento del título de Ciudad a la Villa del Rosario, el 3 de agosto de 1852, puntualizando: «La honorable corporación tiene la complacencia de contestar que antes de ahora ha tenido en vista que la Villa del Rosario, por su posición local, que la pone en contacto directo con el interior y exterior, por su crecido número de habitantes, por su comercio activo con todos los pueblos de la República y por otras circunstancias que no les son desconocidas a usted, ha merecido elevarse al rango de ciudad».
    El gobernador se demoró dos días en aplicarle el “cúmplase”, con lo cual, si verdaderamente honramos el origen de la Declaratoria de Ciudad, debería conmemorarse el 3 y no el 5 como se hizo en el 2002, cuando el país “estaba en llamas” y de boca del propio intendente Hermes Juan Binner, “había que hacer algo para calmar los ánimos”.
    En aquella oportunidad se celebraron los 150 años del acontecimiento que permitió, entre sus consecuencias más importantes, la libre circulación de los ríos, habilitando para el Rosario una comunicación a través del transporte fluvial que hasta entonces le fuera políticamente negada. Luego, la creación de puerto y aduana propios, las líneas férreas, el aluvión migracional, hicieron de la humilde aldea de la Capilla del Pago de los Arroyos, nacida al amparo de la Virgen del Rosario, la primera ciudad del interior del país.
    El festejo del 5, y no del 3 de agosto, se retomó después de dos décadas, en 2022, y desde entonces se viene repitiendo, con torta de cumpleaños y todo. Pero, ¿esto no sería como celebrar el aniversario de la partida de bautismo en lugar del nacimiento? ¿Qué dirían las hijas de don Luis Romero de Pineda cuando se dividieron la primera heredad otorgada en merced a su padre en 1689, don Ambrosio de Alzugaray que abrió los registros parroquiales en 1731 o el primer alcalde de la Santa Hermandad Francisco de Frías, que fue enterrado de limosna casi, casi, lo mismo que el mulato Cayetano Silva? Para pensarlo, ¿no?
    A pesar de haber muerto en la más absoluta miseria -vendió los derechos de la partitura con el nombre “Marcha de la Victoria” por pocos pesos en Buenos Aires a una casa de música-, su obra trascendió todas las fronteras.

    Al cumplirse el Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, el ejército alemán obsequió a sus pares argentinos la marcha Alte Kameraden (Viejos Camaradas) y, en reciprocidad, el nuestro les permitió interpretar la partitura de la Marcha a San Lorenzo. Esa autorización derivó que, al son de sus acordes, invadieran Francia en 1940. Fue el futuro presidente de los Estados Unidos, Eisenhower, quien, a modo de desagravio, pidió que también se ejecutara durante el ingreso de las tropas aliadas para la liberación de ese país.
    Se usó para la coronación del rey Jorge V en 1911 en el Reino Unido; cuando Eduardo de Windsor, el Príncipe de Gales llegó a la Argentina cien años atrás, pidió que anunciara su paso, y también suele escucharse en la pomposa y espectacular ceremonia que se realiza en Londres durante el Cambio de Guardia en el Palacio de Buckingham.
    Ya no silba Silva, pero cada día más, sigue sonando como parte de nuestro patrimonio original.

     

    Share. Facebook Twitter Email Telegram WhatsApp
    Previous ArticleSolari ya no es el entrenador de Godoy Cruz
    Next Article Empate justo pero doloroso para un partido cuesta arriba

    Related Posts

    Generales

    Desde que asumió Milei se fugaron U$S 92.000 millones, ¿qué hará con estos U$S 20.000 millones?

    septiembre 25, 2025
    Generales

    En medio del paro de 48 horas, trabajadores del Garrahan realizaron un ruidazo en la puerta del Hospital

    septiembre 25, 2025
    Generales

    Italia envió una fragata para proteger la flotilla Global Sumud, tras recibir nuevos ataques

    septiembre 25, 2025
    TODO NEA | Noticias y Actualidad
    Facebook Instagram WhatsApp YouTube Twitch
    © 2025 TodoNEA.com Estudio2k1.com.ar

    Escriba aqui lo que desee buscar y luego presione enter