Hace pocos días se dieron a conocer los datos de pobreza del segundo semestre del 2024. Son registros que llevan tiempo estimar y difundir por lo que la publicación viene a quedar un tanto rezagada en el tiempo. Por ello, es importante contextualizarla y compararla para así, comprender su magnitud.
Si consideramos a la población de los principales aglomerados santafesinos en tres grupos: población no pobre, población pobre y población indigente, la evolución de las personas, consideradas como “no pobres” en los registros oficiales, es decir, aquellas que poseen un nivel de ingreso superior a la Canasta Básica Total (CBT)1 durante los años 2017 y 2024, fue trazando un camino descendente, a la par de dos factores: la inflación y las restricciones del empleo, pandemia mediante.
En efecto, en Santa Fe, en el año 2017 la porción de personas “no pobres” y “pobres” era de 73% – 27%, respectivamente. Ocho años más tarde, la relación alcanzó el 55% – 45%. Deterioro muy preocupante.
En el caso de Rosario, en el 2017 la relación era de 80%-20% población “no pobre” y “pobre”, y en el 2024 la relación pasó a casi 68%-32%. Es decir que ambos centros urbanos se deterioraron, partiendo de una realidad similar en el 2017, avanzaron a velocidades distintas en el transcurso de los años. Siendo más intenso el deterioro en la capital provincial que la registrada en el cordón rosarino.
Los datos son alarmantes y lejos de celebrarse, en la principal puerta exportadora argentina, nos debería llevar a reflexionar acerca de cómo revertir el serio deterioro del tejido social, habida cuenta de la riqueza que administra.