La Tierra era aproximadamente 2,65 grados Fahrenheit (o alrededor de 1,47 grados Celsius) más cálida en 2024 que en el promedio preindustrial de finales del siglo XIX (1850-1900). La última década fue la más cálida de la historia según distintos registros científicos. Esto implica claramente un punto de no retorno.
El crecimiento hasta principios de los 80, y si bien contempló en una escala sostenida, lejos estuvo de dar el salto cuantitativo que se evidencia hasta la actualidad. El cambio climático global es una realidad pese a ser negado por algunos lideres mundiales. El mismo ya tiene efectos que se pueden observar en el medio ambiente. Los glaciares se han encogido, el hielo en los ríos y lagos se está derritiendo antes de tiempo, la flora y fauna tienen que desenvolverse en un hábitat antinatural para su preservación y existencia.
El calor sofocante se extiende por todas partes. Miles de millones de personas en todo el mundo se están consumiendo bajo olas de calor cada vez más intensas, provocadas en gran medida por una crisis climática inducida por el hombre. Más del 70% de la población activa del planeta (2.400 millones de personas) corre actualmente un alto riesgo de sufrir calor extremo. Existe un dato relevante que no puede perderse entre tantos otros, las comunidades más vulnerables son las más afectadas.
Desde Naciones Unidas se han propuesto trabajar en cuatro áreas críticas: velar por los más vulnerables, proteger a los trabajadores, estimular la resiliencia de las economías y las sociedades mediante el uso de datos y la ciencia, y limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C mediante la eliminación progresiva de los combustibles fósiles y una mayor inversión en energías renovables. Daría toda la impresión que lamentablemente se trata de un punto de partida que aún permanece errático.
Las grandes ciudades, un desierto de cemento que funciona como trampas de calor
Sabido es que en nuestro país, y por ende en nuestra provincia, la política ambiental sufre una profunda crisis de ausencia que colabora notablemente en la profundización de problemáticas como la que estamos haciendo mención. El modelo productivo enemigo de la biodiversidad y el maquillado boom inmobiliario, se podrían erigir como dos jinetes importantes que nos invitan a cabalgar obligadamente y sin escollo alguno hacia el apocalipsis climático.
El rancio discurso que se desprende desde los espacios de poder y toma de decisiones, sigue haciendo las veces de un canto de sirena que solo puede embelesar a desprevenidos que no contemplan el profundo y sistemático abandono del escenario natural. No hay más tiempo, sin embargo, parece que la agenda política y por añadidura empresarial, transita un camino que solo puede conducir a la multiplicación del dolor y la angustia.
La mano enemiga de la especie humana no cesa en su avance destructivo en aras de consolidar un progreso que solo encuentra en el ariete material, un insumo que solo puede garantizar destrucción y desolación. “Estamos transitando una de las peores olas de calor que hemos vivido y tenemos ya la evidencia empírica y científica, que éste será el verano menos caluroso de los que nos quedan por vivir”, enfatizó el director del Instituto de Salud Socioambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Damián Verzeñassi.
Rosario al igual que muchas ciudades en el mundo, estimula a las constructoras a continuar con el derrame de cemento. La tala de los árboles urbanos como se sigue sosteniendo hasta el día de la fecha con el único fin de saciar la ambición de los negocios inmobiliarios, es un ejemplo claro de hacia dónde vamos ¿Vamos a empezar no sólo a generar un plan de arbolados público con ejemplares jóvenes nuevos, sino a garantizar el reverdecimiento integral de toda la ciudad desde las veredas hasta las calles? Se pregunta Damián Verzeñassi. “Portland (Estados Unidos), Hamilton (Canadá), Lovaina (Bélgica), son ejemplos concretos de ciudades que, en algunos casos hace más de 15 años, iniciaron procesos de despavimentación para aumentar las zonas verdes y de reabsorción de agua de lluvia, lo que entre otras cosas disminuye las inundaciones urbanas ante tormentas”, indicó.
La teoría del derrame y otros cuentos para colorear, la dictadura minera en el norte, la del agronegocio en la pampa húmeda y no tan húmeda, el extractvismo pesquero, el más sigiloso, pero no menos peligroso y el bum inmobiliario, siguen marcando no solo la agenda política de nuestro país, sino el destino de aquellos que habitamos este terruño azotado por prácticas nada sustentables y con un profundo impacto socioambiental. Acumulación por desposesión, un tentáculo, quizás el más violento y deshumanizante, que posee este sistema. No hay más tiempo.