Que el Club Náutico Sportivo Avellaneda, nacido un día como hoy, en 1931, esté sobre calle Pedro Tuella (y Montpesar, apellido sólo usado en su testamento) ya es un excelente augurio. Que los colores de su camiseta sean azul y blanco, también.
Porque ese nombre nos recuerda al “padre de la criatura” que cosió la primera Bandera, enarbolada el 27 de Febrero de 1812. En realidad, al padre putativo de Catalina Etchevarría, que quedó huerfanita siendo muy niña y él decidió, con su esposa Ana Nicolasa Costey y Quinteros, adoptarla junto a sus dos hermanos, uno de los cuales, Vicente Anastasio, pronto mandó a Buenos Aires a estudiar en el Real Colegio de San Carlos, donde entabló una hermosa y duradera amistad con Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano.
¿Cómo no se iba a hospedar en su casa cuando llegó al Rosario el creador de nuestro máximo símbolo nacional? ¿Cómo no iba a entusiasmar a Catalina y a sus amigas para que, junto a su servidumbre, cosieran la primera Bandera enarbolada en la alta barranca de las ceibas?
Pedro y Ana Nicolasa no tenían hijos y seguramente pensaron, honesta y generosamente, “¿para quién va a quedar toda la fortuna que estamos amasando en esta pródiga aldea de la Capilla del Santísimo Rosario del Pago de los Arroyos?”.
Porque el aragonés que llegó al río de la Plata con apenas 20 años proveniente de Naval, Huesca, España, cuando se trasladó a estos pagos, alrededor del 1774, se convirtió en el primer maestro civil por su acendrada cultura, y pronto se ganó el respeto y la admiración del poblado. El virreynato, recién creado, le confió entonces muchas comisiones, entre ellas administrador particular de tabacos y receptor de alcabalas. Una especie de recaudador de impuestos para la Corona. Le fue sencillo crecer económicamente y vivir con holgura, por lo puso “el” negocio: almacén de ramos generales, algo así como un shopping de los albores.
Ramos Generales y Pulpería que le generaban los suficientes recursos como para no abandonar su veta de poeta y escritor. Era el único suscriptor del primer periódico del país “El Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata”, fundado en 1801 por Francisco Antonio Cabello y Mesa, a instancias del propio Belgrano. Allí supo publicar unas décimas muy convincentes para recabar fondos entre los fieles con el objeto de levantar un nuevo templo para Nuestra Señora del Rosario. ¡El poder de la palabra! Sin dudas que le dio muy buen resultado y atrás quedó la primitiva capilla de adobe y paja. Sí se conserva, desde 1773, la imagen sagrada proveniente de Cádiz (que hoy podemos encontrar en el Camarín de la Virgen, subsuelo de la Catedral), la misma que también Belgrano vio con sus propios ojos.
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Lo que publicó luego Tuella en ese periódico, que el inefable Eudoro Carrasco recoge en sus Anales, es la tradición oral que da origen a este Tricentenario que vamos a celebrar y festejar en este 2025. Y ya que hablamos de Carrasco, vale recordar que su propio hijo, Gabriel, cuando fue intendente en 1891, proyectó una avenida con el nombre de Tuella, pero recién en 1939, ¡año en el que hubo 6 intendentes!, se hizo efectiva la nomenclatura en el barrio de Arroyito.
Volviendo a 1725, si bien no hay registros escritos del vasco Godoi y su mansa convivencia junto a los convertidos calchaquíes, sí fue en ese año que se nombró al primer alcalde de la Hermandad, Francisco de Frías, quien murió enterrado “de limosna” (y eso sí está escrito en los archivos del libro de Defunciones de la catedral).
Ahora, triple salto mortal y vayamos a 1931, época en la que el entonces Club Náutico Avellaneda nace a instancias de un entusiasta grupo de hombres, liderados por Carlos Galindo, y consustanciados con la importancia de vivir y disfrutar el río Paraná. El mismo que fue testigo de la creación de la Bandera y, a ambas orillas, tuvo instaladas las baterías Libertad e Independencia, con los colores que también identifican al club costero, el azul (cielo, libertad) y el blanco (unión). ¿Coincidencia?
Hablando de unión, que hace la fuerza, llega 1932, y la asamblea de socios decide fusionarse a otro club, el Sportivo Refinería Argentina (seguramente integrado por los trabajadores y obreros de la más grande refinería de azúcar de Sudamérica instalada por Ernesto Tornquist en 1887 y que funcionó hasta 1930).
A partir de esa fusión comenzó a llamarse Club Náutico Sportivo Avellaneda. Era 12 de enero, cuando Fermín Lejarza los autoriza, desde la intendencia, a bañarse en el río. Hoy tiene caleta para 150 embarcaciones. Lo realizado en 1935 merece párrafo aparte: se organizó el Primer Cruce del Puerto para unir, a nado, las desembocaduras de los arroyos Ludueña y Saladillo. ¿Pago de los Arroyos era el nombre primigenio, verdad? ¡Qué oportunidad histórica para celebrar este año su nonagésimo aniversario con algo similar para honrar el Tricentenario que nos anunció Tuella!
Atletismo y vóley llegarán en 1936, y en el ’37 se inaugura el muro de contención en la playa. Con el ’43 llega el primer billar para sociabilizar más. Mientras los padres juegan, los hijos practican. Eso ayuda. La confraternidad más fluida convierte a los cadetes infantiles en campeones rosarinos de básquet el año siguiente.
Así, al tiempo que los socios participaban en distintas actividades, los directivos encaraban obras, sin prisa y sin pausa, y se seguían cosechando títulos en diversas disciplinas. ¡Espíritu de cuerpo, sin dudas! Cuando se mancomunan los objetivos, se logran las mejores obras.
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Llega 1963 y la casa se agranda. Con la adquisición de los ex Astilleros Cartens, suman once mil metros cuadrados de terreno, cercados y forestados luego, frente al majestuoso Paraná.
Camping con parrilleros y mesas, terraza sobre el sector social, parrillas cubiertas y vestuarios con agua caliente, precederían a la guardería motonáutica y la pileta olímpica, que se inauguró en 1974 con un desfile de modelos con Silvia Pérez, recién elegida “Mis 7 Días” y el croata criado en Las Breñas, Chaco, Ante (Antonio Jorge) Garmaz, el hombre de las mil corbatas que vivió en Rosario siendo un joven de 19 años.
Una vez más, la unión hizo la fuerza y, en 1978, la Biblioteca Popular «Almafuerte», donó todo su patrimonio bibliográfico y didáctico a su hermana “Carlos Galindo” del Náutico, y siguió creciendo el acervo cultural.
En 1985, la bajante del río permitió la construcción de un muro de defensa costera, ganando 25.000 metros cuadrados más para el club, y en 1986 continúa la expansión territorial con la compra de la isla “La Invernada”, para un mini complejo turístico.
La Mutual Club Náutico Sportivo Avellaneda surgida en 1996 sumó servicios y beneficios, inaugurando al año siguiente un restaurante y a los dos años, el salón de fiestas, y ya en el 2001, un bar y la terraza sobre el río.
La pileta cubierta climatizada, este año cumple 22, al igual que las tardes de sábados y domingos donde “Náutico se mueve” al son de diversos ritmos. No quedó afuera la construcción de un ascensor en 2011 para facilitar el desplazamiento de madres con bebés o personas mayores, sumando guardería de kayak y piraguas, más el engrandecimiento a 240 camas el alojamiento deportivo en 2016. ¡Un verdadero hotel!
La actualización de las luminarias led y los dos calefactores solares sobre el techo de los baños de tinglado para abastecer la pileta de lavado de vajilla sin incrementar el consumo de gas natural, también hablan de un alto concepto de respeto al medio ambiente.
Con la consigna, casi una fórmula que los acompañó estos primeros 94 años, “juntos somos fuertes”, lograron sobrellevar los terribles dos años en los que la pandemia paralizó al mundo. Es más, se aprovecharon esos interminables meses sin concurrencia de socios, para realizar obras de infraestructura que permitieron múltiples mejoras, y los profesores utilizaron la virtualidad para seguir en contacto con la preparación física, emocional y anímica de los socios que apostaban, con fe, por el deporte y la vida, hasta volver a la esperada normalidad.
“Hoy la institución tiene más de 20 disciplinas entre sus 9.000 socios, entre los cuales cuentan con un promedio de casi 2.000 deportistas en actividad”, afirmaron directivos hace unos años en una entrevista, sin abandonar la contención social y personalizada en los distintos niveles etarios de sus asociados. ¡Desde apoyo escolar a infantes hasta talleres para adultos mayores!
Hoy, sostienen, hay 3400 deportistas federados y se ha reconocido a Náutico como “la institución que ha aportado más deportistas a las Selecciones Argentinas y ha participado de múltiples competencias nacionales e Internacionales, con competidores que han representado al club en Mundiales, Juegos Olímpicos, Paraolímpicos, Panamericanos y Sudamericanos, además de ser protagonistas en Torneos Federales y Locales”.
¡Enhorabuena y congratulaciones! ¡No hay nada más lindo que la familia unida”, dirían los Campanelli. ¡Felices 94 años, en el año del Tricentenario que auspició Tuella!