Según el Índice de Democracia que elabora la unidad de negocios Economist Intelligence Unit del grupo The Economist para evaluar el estado de la democracia en 165 países del mundo, en los últimos años hubo un descenso en el nivel de confianza hacia el sistema en muchas naciones. Este estudio se basa en el análisis de los procesos electorales, el funcionamiento de los gobiernos, la participación política, la cultura política y el grado alcanzado por las libertades civiles. Algo similar plantean los análisis realizados por Freedom in the World que presenta tendencias globales sobre libertades civiles y derechos políticos y por Pew Research Center. En el mundo, explican los especialistas, las democracias plenas son una minoría que convive con las democracias imperfectas, los regímenes híbridos y los regímenes autoritarios. Por ejemplo, según The Economist, la Argentina integra el grupo de 21 naciones con democracias imperfectas. Es decir, más allá de las crisis económicas que sufre nuestro país en forma periódica, es necesario que la sociedad preste mucha atención también a la salud del sistema democrático y que realice un esfuerzo colectivo para fortalecerla.
Hay un dato que puede resultar llamativo: con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, los Estados Unidos pasaron a integrar -según los análisis de las mencionadas consultoras- el grupo de países con democracias imperfectas. En rigor, impresionó bastante el hecho que se produjo en ese país el 6 de enero de 2021 cuando seguidores de Trump, algunos de ellos con armas de fuego, tomaron por asalto el Capitolio para impedir que continuara la ceremonia que debía confirmar los resultados de las elecciones presidenciales ganadas por Biden. Ese día, el mundo observó con asombro las escenas de violencia y vandalismo en el Parlamento de Estados Unidos. Fue un hecho sin precedentes en la historia moderna del país del norte. Para algunos analistas, fueron el resultado del particular modo de acumular poder de Trump. Unos años antes de esos acontecimientos, el profesor de la Universidad de Harvard, Steven Levitsky y el politólogo Daniel Ziblatt, escribieron el libro «Cómo mueren las democracias», inspirados en parte por la llegada de Trump al poder en los EEUU. En esa obra advierten que «es bien sabido que de vez en cuando emergen demagogos extremistas en todas las sociedades (…) Una prueba esencial para las democracias no es si afloran o no tales figuras, sino si la élite política y, sobre todo, los partidos políticos se esfuerzan por impedirles llegar al poder, manteniéndolos alejados de los puestos principales, negándose a aprobarlos a alinearse con ellos y, en caso necesario, haciendo causa común con la oposición en apoyo a candidatos democráticos». Más adelante, admiten que «aislar a los extremistas populistas exige valentía política», y advierten que «cuando el temor, el oportunismo o un error de cálculo conducen a los partidos establecidos a incorporar a oportunistas en el sistema general, la democracia se pone en peligro».
En América Latina los golpes de Estado ya no son la única forma de ahogar a la democracia. Existen actualmente modos más sutiles para debilitar la participación ciudadana. Por eso, es necesario fortalecer la democracia, condenando las posiciones políticas extremas, rechazando todas aquellas retóricas agresivas que promueven las divisiones en el seno de la sociedad y atentan contra todos los esfuerzos que a diario se realizan para mantener el diálogo y el respeto al otro como base de la convivencia pacífica en la comunidad. Los errores y debilidades de la democracia se corrigen con más democracia, nunca con mentiras o invitaciones a la intolerancia, y menos con llamados a desconocer los resultados de comicios realizados con transparencia o para ampliar la brecha entre representantes y representados.