Maxi Levy, el presidente de Almirante Brown que está a las puertas del ascenso a Primera División, tiene varias particularidades que lo vuelven un personaje excepcional, en el sentido amplio del término. Es un dirigente futbolístico conocido y abrazado por el poder pese a no pertenecer, por ahora, a ninguno de los 28 clubes de la máxima categoría. A diferencia de la mayoría de sus colegas, que baja desde una platea hasta las oficinas de Comisión Directiva, él saltó a la conducción directamente desde la popular.
También se distingue por admitir, sin ocultamientos, que simpatiza con otro club, que en el futuro puede llegar a ser uno de sus rivales. Y por último, para abreviar la lista de sus rasgos especiales, registra un paso por la cárcel que no es motivo de orgullo, lógicamente, pero que a él, según afirma, le ha servido para fortalecer su espíritu de lucha.
Presente y pasado de Maxi Levy
Consagrado en las elecciones de enero de 2019, Maximiliano Levy es el actual presidente de Almirante Brown, uno de los dos finalistas por el ascenso directo a la Liga Profesional. Reconoce sólidos lazos con Claudio Fabián Tapia, el cada vez más poderoso Chiqui, titular de la Asociación del Fútbol Argentino.
Fue justamente Tapia -otro hombre surgido del Ascenso- quien lo propuso para ocupar el cargo de prosecretario ejecutivo en la AFA. La cordial relación entre ambos ha generado alguna sospecha, que ambos se han ocupado de negar. E incluso la campaña del Mirasol de Isidro Casanova hasta se ve empañada por decisiones arbitrales que presuntamente lo favorecen.
Aunque Levy rechace con igual energía la etiqueta de ex barrabrava que le han adherido a su legajo, la amistad con algunos miembros prominentes de La 12 torna inevitable esa asociación. Él acepta que es amigo desde chico de Maximiliano Massaro, quien fuera uno de los laderos de Rafael Di Zeo y Mauro Martín, y que por ayudarlo estuvo tras las rejas durante 88 días, acusado de encubrimiento.
La existencia de ese vínculo, reforzado por la común simpatía hacia Boca y el peronismo, no impide que Levy se despegue de las andanzas de su compañero de infancia: “Yo nunca me subí a un para-avalancha”. Massaro, tras cumplir una condena por su intervención en una pelea callejera -ajena al fútbol- que concluyó con la muerte de una persona, está retirado del mando de la tribuna y trabaja como tornero en Villa Luzuriaga, La Matanza.
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En ese mismo partido bonaerense, el otro Maximiliano ha logrado conducir a Almirante Brown a las puertas de un ascenso que estuvo cerca varias veces y nunca se pudo concretar. Levy, con un carácter que en ocasiones le cuestiona el mismo Tapia, salió en defensa de su equipo cuando atravesó una mala racha en el cierre del torneo.
Maxi Levy, un tipo de carácter
Sus redes sociales se comportan como la mixtura perfecta del tipo de barrio, áspero, que consiguió un ascenso social, empezó a codearse en otros niveles y lo muestra con absoluto orgullo. Entonces, se ven fotos de cómo vive los partidos dentro del campo de juego del estadio Presidente Fragata Sarmiento pero también de sus reuniones con popes políticos (Sergio Massa, Fernando Espinoza, Gianni Infantino) y de sus presencias en eventos top como los premios The Best de la FIFA.
En ese rol, el muchacho es vehemente y no duda en discutir a través de las redes sociales cuando atacan “al club más popular de la zona oeste”. Ya lo había mostrado una pelea abierta con Juan Manuel Martínez cuando el Burrito ventiló públicamente que llevaban ocho meses sin pagarle.
Y del mismo modo se manifestó en las últimas semanas pero ya en términos deportivos, después del polémico triunfo 2-0 ante Temperley que les dio a los de Isidro Casanova la chance de jugar por un lugar en la A, Levy subió una foto a Twitter (ahora X) con la provocadora palabra charlatanes.
Ilustró su posteo con la foto tomada por un reportero del diario Crónica, en la cual parece quedar claro que fue legítimo el primer gol de Almirante contra el Gasolero (para algunos, sin tecnología que lo avale, el balón no había cruzado en su totalidad la línea de meta).
No aflojó Levy en los días posteriores. Les había dicho a los suyos que estaban dispuestos a disputar la final donde la AFA y los organismos de seguridad decidan. “No tenemos problemas en ir a la cancha de Independiente Rivadavia”, desafió.
De todos modos, el escenario para definir el campeón de la Primera Nacional, y acreedor del primer boleto de la temporada a la Liga Profesional de Fútbol, será el estadio Mario Alberto Kempes de la ciudad de Córdoba, donde este domingo Almirante Brown enfrentará a Independiente Rivadavia de Mendoza.
Será un duelo entre dos equipos que se codean con el poder: porque los aceitados vínculos de Maxi Levy con Chiqui Tapia se extienden también a Sergio Massa, quien tiene en la Lepra mendocina a uno de sus grandes amigos, el empresario Daniel Vila.
“Gracias, compañera”, le agradeció Levy a Verónica Magario, vecina de La Matanza y vicegobernadora de la provincia de Buenos Aires, el mensaje de felicitación que publicó la funcionaria, quien acaba de ser reelecta para un segundo mandato en compañía de Axel Kicillof, luego de la clasificación de Almirante.
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“Nuestro mayor logro es haber alejado a los violentos de la cancha. Sacamos a 50 locos, o incluso menos, que le habían hecho perder muchos puntos a Almirante Brown en los años anteriores”, se enorgullece Levy de su gestión. Y en efecto: se han reducido los enfrentamientos entre sectores en pugna dentro de la barra del Mirasol. A juzgar por los hechos, el presidente del club conoce la receta para controlar a los violentos que provocan desmanes.